8 de mayo de 2011

Desayuno

La vi de espaldas, ocupando una mesa para dos.
Yo buscaba una mesa para dos también, pero para sentarme sola
Me acerqué, y le pregunté si no le molestaba compartir la mesa.
Accedió gentilmente con un "como no voy a compartir la mesa con una chica tan linda"
Entre mi pensé “no soy tan chica, y menos linda”
Yo me sentía como en una nube después de la maldita extracción de sangre que me hizo bajar
a lo mas profundo de mi inseguridad...
Con mi café doble y un tostado gigante me senté frente a la señora para "compartir la mesa"
Aparentaba unos setenta y pico largos, tenía el pelo gris, lleno de canas que delataban el paso el tiempo. Vestida impecable, de negro... Collar haciendo juego, anillo con strass y un reloj sin pilas...
Muchas arrugas en la piel, una piel bastante manchada por cierto... y unos labios pintados de rojo por un pulso  tembloroso.
No hubo conversación... ella cabeceaba, se estaba quedando dormida... Una cartera en el piso, y una bolsa de la que sobresalían cosas desprolijamente
Mientras intentaba recuperar mi desgano con el desayuno de Mc Café que tanto me gusta, empecé a sentir que en vez de recuperar mi presión baja post desmayo, muy por el contrario, cada vez me sentía peor...
Fue como si frente a mi hubieran puesto el espejo de un futuro probable, y empecé a hacer las asociaciones que surgen en los momentos de debilidad...
La vi tan sola como estaba yo... En una mesa para dos, ocupando el lugar de uno solo...
La vi tan cansada, y a pesar del cansancio, tomó un poco de fuerzas para peinarse y decorar su aspecto
La vi cabeceando, haciendo un esfuerzo para no dormirse, mientras el sol le pegaba en la cara
La vi con ese reloj sin pilas, con el que había perdido la noción del tiempo... Ya no importaba si era de día o de noche, si alguien venía o se quedaba esperando lo que le quedaba de vida... Parecía que el tiempo había dejado de importar...
Y vi esa boca intentando dibujar una sonrisa roja que contrastara con el negro luto que vestía
Una lágrima hizo que mi café dejara de ser digno de beber...
No terminé el tostado...
Me levanté;  me fui lo mas rápido que pude, llegué a la esquina de Santa Fe y Pueyrredón y me quedé un rato ahí  intentando que la corriente que forma el viento en las esquinas me despierte de la pesadilla...
No se cuanto tiempo mas permaneció en esa mesa sola, mientras la vida le pasaba por arriba
No se cuanto tiempo mas resistió el cansancio que la quería llevar a dormir...
No se cuanto tiempo mas le habrá dado el sol en la cara...
Después de todo, yo también tengo  los relojes sin pilas.

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