Era de noche, y tenia miedo.
En el ropero colgaba envuelto en naftalina el disfraz de valiente que hacia mucho no podía usar.
El miedo lo paralizaba, dejándolo inmóvil y tieso.
Tenía las manos llenas de dudas, la garganta cerrada de palabras, y la vista nublada de suposiciones.
Un puñado de incertidumbre, y una pizca de decepción.
Guardaba en el cajón de la mesa de luz, los intentos sin principio y los principios sin finales.
Gritaba silencios, callaba gritos.
Arañaba posibilidades y coleccionaba fracasos.
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