Había una vez, una niña, que de niña no tenia mucho cronológicamente hablando, pero sí de sueños, subjetividades y algunas inocencias difíciles de extirpar…
Esa niña iba por la vida en busca de su alma gemela, su parte incompleta…
Y buscaba ansiosa, expectante, a veces hasta desesperada y otras desilusionada… pero no se daba por vencida, y seguía buscando a pesar de todo y de todos…
Un día se encontró con una mariposa… Al principio la mariposa no era del todo colorida y solía escaparle a la niña… Pero la niña, amaba las mariposas, y como era muy, muy cabeza dura y terca para algunas cosas, insistió también con la mariposa…
Dicen que el efecto que pueden provocar las mariposas es mágico… Las mariposas, son bellas, disfrutan cada instante intensamente, perseveran, triunfan, se transforman, tienen esa paciencia que hace que puedan convertir algo feo en lo mas hermoso, la cárcel en la libertad de alas invisibles, pero enormes…
Y la niña, dejando atrás sapos que nunca iban a ser príncipes, aprendió a fuerza de golpes muchas veces, que la plenitud y el ser “completo” no depende de un tercero, ni de un amor. Entendió que hay muchos amores en este mundo, y hay muchas almas dispuestas a dar amor de verdad…
La niña encontró en la mariposa, a su alma gemela en el momento que mas la necesitaba. Hay lazos más fuertes, que por suerte, no se firman como los contratos.
Hay un lazo invisible, entre tus alas, y mi inocencia que nunca quiero perder…
Gracias Mariposa hermosa, por ser mi amiga, mi compañera, mi mamá del corazón, mi cable a tierra y la voz de la conciencia que tantas veces no puedo escuchar.
De niña a mariposa, de mariposa a mariposa. De alas en alas.
Te quiero.